El FR-V no esconde sus intenciones, pretende plantar cara a los monovolumen más deportivos, esos de cinco o siete plazas que tan buena aceptación están teniendo en el mercado. Para ello necesita un diseño moderno y que entre por los ojos, eso lo tiene. Lejos de intentar disimular su anchura extra, el FR-V es bajito y corto, de hecho es más ancho que alto (1,81 metros de ancho por 1,61 de alto). Con esto se realza la sensación de robustez, deportividad y compacidad.
El frontal destaca por su amplia calandra con tres gruesas tiras horizontales cromadas y los enormes grupos ópticos rasgados que se prolongan entre la aleta y el capó hasta la mitad de éste. Cortos voladizos, forma de cuña, retrovisores deportivos y trasera recortada en su parte alta, este Honda no deja de lado la deportividad a pesar de su condición de familiar.
La parte trasera es muy curiosa, huye de la monotonía de los portones rectos con una luneta curvada hacia delante en su parte alta. Así se le resta peso a esta parte del diseño, pero también se pierde capacidad de carga. Para terminar de aderezar esta parte del FR-V se ha incorporado un alerón en la parte alta de la luneta y unos generosos grupos ópticos.
La versión Executive Piel-Navi, el tope de gama. No le falta de nada: tapicería de cuero, navegador, elevalunas eléctricos en todas las puertas, cierre centralizado con mando, alarma, climatizador dual, lunas tintadas, volante multifunción, control de crucero, sensor de lluvia, faros de xenón, retrovisores eléctricos, etc.
Sobre la mecánica i-CTDi poco queda por decir. Se trata de un bloque de 2,2 litros, con doble árbol de levas en cabeza (DOHC), sobrealimentado mediante turbo de geometría variable e intercooler. El sistema de alimentación es por conducto común, capaz de suministrar una presión de inyección de gasóleo de hasta 1.600 bares. Alcanza su cifra máxima de potencia, situada en 140 caballos, a 4.000 revoluciones por minuto, con un par motor de 340 Nm desde 2.000 vueltas. Alojado bajo el capó del FR-V, hace que éste se conforme con un consumo medio de 6,3 litros de gasóleo cada 100 kilómetros.
El funcionamiento del FR-V equipado con este propulsor es igual de delicioso que en otros modelos de la marca que lo montan. La práctica ausencia de molestas vibraciones, y unos niveles de sonoridad sorprendentes por su escasa cifra de decibelios, hacen de su conducción un relajado placer. Desde el interior sólo se percibe un suave zumbido, obra y gracia del turbocompresor de geometría variable que acompaña siempre, sea cual sea el régimen de giro, al sonido habitual de un diésel de última generación, y recuerda, salvando las diferencias, al sonido del reactor de un avión.
Tanto refinamiento auditivo tiene su repercusión positiva en el funcionamiento dinámico del coche. La progresividad es uno de sus fuertes, con un empuje homogéneo desde poco más de 1.700 revoluciones por minuto, y que permite estirar el motor sin dramatismos hasta la zona roja del cuentavueltas, incluso haciendo una pequeña "incursión" en ella.
Las suspensiones son del tipo McPherson en la parte delantera e independientes en la trasera. Gracias a la anchura del chasis, se reduce el incómodo balanceo de la carrocería. Los frenos son de disco en las cuatro ruedas y los delanteros están ventilados.
CONTINUARÁ...
